“…Sé de personas que se mienten entre sí, pero ¿mentirse a sí mismo?...”.
(Aprendiendo a Vivir).
Cuarenta días sin escribir, pensando en silencio, tratando de madurar ideas y convencer sentimientos, no puedo permanecer callado para siempre.
Pensé mucho, sentí aún más, escuché canciones y me subí a la montaña rusa con mis emociones, profundicé en sus letras y grité.
Hay mucho que decir, nuevos discursos con el mismo contenido, el que nunca fue escuchado, al que se le dio la razón y luego se ignoró.
Hace casi un año, solo pedí COMPROMISO; uno verdadero, que diera seguridad para no verme de nuevo caminando este camino.
Ella cansada, yo también; a diferencia de hace un año, hoy no espero que regrese, hoy no pierdo más mi tiempo a la espera.
Me duele sobremanera despedirme de un proyecto de vida, de voltear la cara a quien me hizo pasar momentos tan felices.
Con quien aprendí mucho, que me dio satisfacciones y sobre todo me regalo la ilusión de vivir, de esforzarme a ser mejor y que también me hizo sufrir.
Cada quién tiene su “verdad”, respetable la suya como la mía, cada quien la grita y la cuenta como la sabe, como la vivió y le dolió.
Con mi verdad le miento a mis sentimientos y trato de hacerlos reaccionar, entre mi corazón y mi cerebro a punto están de volverme loco.
Sólo sé que en mi historia siempre fue igual, la falta de compromiso, el temor a compartir completa y plenamente una vida.
Desde aquella despedida en la casa de las brujas, aquellos momentos en la esquina de los abrazos, el día que caminando le pedí compartir la vida.
Los días de reconciliación fuera de esta ciudad, cuándo no quería decir en dónde ni con quién estaba, lo único que pedí cuando buscó otra oportunidad.
No olvido el día en que esta relación se marcó, cuando su único temor era explicar mi existencia a sus papás, miedo que nunca desapareció.
Y entonces, viví escondido; la casa de las brujas me arropó mucho tiempo; después, más obligada por la situación que por valor propio la cosa cambio.
Se reconoció mi existencia, más no se aceptó; las actitudes inmaduras dieron a ver que no era una relación de temer, solo un capricho intermitente.
Mucho que contar en mi historia, en mi verdad; pero hacer un recuento no es cosa de este post, VALOR para enfrentar eso fue lo que pedí.
Siempre he pensado que uno tiene dos familias en la vida, en la que se nace y la que se escoge; no puedes ocultar una de otra.
Cada quien sus razones, regresé, más que una oportunidad para ella, lo fue para mí, para convencerme que aún con mis esfuerzos todo seguiría igual.
No puedo pedir a la gente que me acepte como soy, si pido a esas mismas personas que cambien para ser como yo quiero que sean.
Soy perfectible y en la medida que asumo mis errores y defectos trato de cambiar, en consecuencia a lo que busco de la vida.
Así, es como vuelvo a caminar la senda conocida, la ansiedad, la tristeza, el enojo, el odio, el coraje, el arrepentimiento, el llanto y el amor aparecen de nuevo.
Un remolino de emociones que me sacude como hilacho viejo y que me deja pegado al suelo sin fuerza ni ilusiones para levantarme.
Varias cartas he escrito en cinco años y todas dicen lo mismo, la misma historia, otras palabras, otro tiempo pero siempre es igual.
Realmente nunca fui escuchado, se me oía, se me apoyaba, se me daba la razón; pero nunca hubo una verdadera acción en busca de solución.
Hoy ya estoy cansado, no creo poder lidiar más con las mentiras ya conocidas, con mi verdad trato de abrirle los ojos a mi corazón.
Mi objetivo en la vida no cambia, sólo desaparece una razón que me llevaba a ese objetivo.
Al final, mi amor sucumbe ante las mentiras que ella tanto dice odiar.
“…¡El amor no es un compromiso! El amor es un sentimiento libre que se tiene que manifestar con DECISIONES. El amor se expresa, se demuestra y sin duda alguna, ¡se VIVE!...”.
(http://aleeeledezama.blogspot.mx)